
Una de las preguntas de los deberes de Navidad consistía en imaginar qué le sucedía a Sancho después de la muerte de don Quijote. Éste es el ejercicio de Cecy Mestres. Espero que os guste tanto como a mí.
Sancho Panza, después de la muerte de don Quijote, pasó seis meses encerrado en su casa sin salir más que para abastecerse de vino y aguardiente en los que sumergirse, perdiendo así la cuenta de los días y las noches. Al ver que iba pasando el tiempo y Sancho no reaccionaba ni levantaba cabeza, su mujer decidió echarle de casa.
Teresa le abandonó con lo puesto en la salida de la aldea, como un perro en una cuneta, con tan solo un botecito lleno de vino. Sancho, al verse allí solo, no hizo nada más que dar un último trago, con el que se terminó lo poco que le quedaba de golpe. Al darse cuenta de lo que le venía encima no supo hacer nada más que llorar hasta caerse dormido por agotamiento.
Al abrir los ojos vio que se encontraba en movimiento, probablemente en la carreta de algún comerciante. Se asustó al pensar que lo podrían haber raptado y se culpó por haber reaccionado demasiado tarde. Quién sabe si por miedo o por el desconsuelo que le suponía la agonía de vivir sin don Quijote, decidió tirarse de la carreta, con tan buena o mala pata que el conductor no se enteró.
Se quedó tendido en medio del camino durante horas hasta que, turbado por el hambre, la sed y la desesperación, reaccionó y empezó a caminar sin rumbo. Mientras iba avanzando, recapacitaba sobre su vida y se daba cuenta, o se convencía, de que Don Quijote no estaba loco, y que su tarea estaba por terminar.
Sin pensarlo más, Sancho decidió cambiar su nombre por el de Lord Lorzas y robó una oveja de un pasto cercano a modo de caballo, a la que llamó Melenas. Perdiendo la cuenta de los días y comiendo aquello que su fiel amiga le aconsejaba, conversando con ella sobre la importancia de los refranes en el día a día y la sabiduría que aportaban a los pueblerinos, fue de aldea en aldea por toda la Mancha hasta encontrar una razón por la que luchar: una mujer de caderas anchas y gran barriga a la que se encomendó, juró amor eterno y bautizó con el nombre de Ofelia de los Graneros.
Y así, Sancho y su fiel amiga Melenas recorrieron España haciendo el bien y castigando a todo aquel que corrompiera la paz de los pueblerinos para siempre jamás.
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